Este año celebramos los 450 años de la llegada de los jesuitas a México y el 80 aniversario de la Pereyra. Sin embargo, también este año la Compañía de Jesús en México, junto con toda la Iglesia del país, ha comenzado un proceso de reflexión sobre el tema de la Paz. Lo anterior, a raíz de los hechos sucedidos en la Sierra Tarahumara en el mes de junio, donde 2 jesuitas: Javier y Joaquín, perdieron la vida en un acto de violencia.
Es por esta razón que, esta Semana Ignaciana 2022, te invitamos a reflexionar en comunidad sobre la Paz desde la mirada de Jesús, como un compromiso comunitario que surge de la invitación del Espíritu y nos moviliza a generar nuevas formas de relacionarnos para construir un mundo más fraterno y solidario.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”
Mateo 5, 9
Hablar de la Paz es un problema. Es un término que todos y todas hemos escuchado, que conocemos, pero que a la hora de definirlo se vuelve complicado y tienes muchas perspectivas.
Naturalmente asumimos la paz como lo contrario a la guerra. Es decir, se piensa que hay paz porque la violencia internacional esta tan lejana que no nos llega a afectar, por ello hay paz. Otras veces, vivimos en paz pues no nos afectan directamente las fracturas y violencias que nuestra sociedad vive día con día. Y otras más, estamos en paz al no existir conflictos en nuestra vida cotidiana, en las relaciones que entablamos con nuestra familia, en la escuela, con amigos y amigas. Sin embargo, seguimos sin definir la Paz, solamente se ha dicho, qué no es.
Por otro lado, la paz se ha entendido como como armonía y equilibrio interior desde una perspectiva más personal. Pero, ¿es esta la paz a la que se refiere Jesús?
El Papa Francisco nos lleva aún más lejos con la reflexión, nos habla de la paz del mundo y la Paz de Jesús.
LA PAZ DEL MUNDO
El mundo nos da la “paz interior”, nos ha enseñado a buscar la paz de nuestro corazón, el equilibrio y la armonía en nuestra vida. Sin embargo, Francisco nos dice que, entender la paz así nos aísla de los demás, nos mantiene en nosotros mismos y se vuelve una forma egoísta de relacionarnos: “yo estoy bien, estoy en paz”. En este sentido, la paz del mundo es una paz individualista que no parte desde el amor, sino en el tener momentos personales que nos proporcionan cierto estado de ánimo placentero pero pasajero, sin tener en cuenta a quienes nos rodean.
LA PAZ DE JESÚS
En cambio, la Paz de Jesús es la Paz de Dios: “es una paz que te pone en movimiento, no te aísla, te pone en movimiento, te hace ir hacia los demás, crea comunidad” (Francisco, 2020). La Paz de Jesús es un don de Dios, un regalo, que nos hace avanzar, que contagia a otros y nos hace caminar con esperanza en la construcción de una mejor comunidad, de una nueva sociedad, de un mundo más humano.
Es por lo anterior, que la Paz de Jesús es una paz que no deja en paz, pues debe construirse continuamente, es un “camino que hacemos juntos buscando siempre el bien común” (Francisco, 2019). Por ello en esta semana, retomamos una expresión de San Francisco Xavier, compañero de San Ignacio, “hacer pazes” (Papalucca S.J., 2015), es decir, no solo reflexionar sino también accionar para construir una cultura de paz en nuestros diferentes entornos.
En este sentido, la propia Espiritualidad Ignaciana “nos ayuda a vivir de manera libre, auténtica, trabajando como si todo dependiera de nosotros y con la confianza de que todo depende de Dios” (ENJUVI, 2013), recordándonos que la Paz, en sí misma, es un don, pero que debemos actuar para conseguirla. Por ello, proponemos 5 elementos/valores que componen una cultura de paz, para que sean una guía de cómo podemos trabajar para hacerla posible:
- Compasión “Uno de los sentimientos humanos más básicos es la compasión, es decir, padecer-con, hacer mío el sufrimiento del otro, ponerme en el lugar de él” (Ugalde S.J., 2015). En otros términos, para comenzar a movernos por la paz se necesita de empatía, ser compasivos y dejarse afectar sensible y sentimentalmente por la vulnerabilidad del prójimo, “amar al otro como a ti mismo” y actuar en consecuencia.
- Justicia “La promoción de la justicia incluye, como un elemento necesario, la acción en favor de la paz” (Compañía de Jesús, 1986). En otras palabras, para promover la paz es indispensable ser conscientes y comprender cómo en la realidad se hacen presentes diferentes situaciones de injusticia que dañan a nuestro prójimo en su dignidad humana. Con la intención de reconocer la manera en que contribuimos a dichas situaciones, para asumir nuestra corresponsabilidad en la eliminación de éstas y promover relaciones de amor y de confianza entre todos.
- Reconciliación Consiste en establecer puentes a través del diálogo. Es decir, volver a tejer los lazos comunitarios que se han roto. Para concretar lo anterior, es necesario ser competentes en el cuidado de las personas al fomentar un diálogo desde el respeto y la comprensión, trabajando junto con otros en la solución de las diferencias, “superando lo que nos separa” y “preocupándonos unos por otros” (CG36, d.1, n.13) para facilitar la escucha y el diálogo incluyente.
- Bien Común La paz se construye en comunidad e impulsados por el Espíritu. La paz no es un bien individual, personal e interior. En primer lugar, hay que reconocer que Dios habita en mí y en los demás. Por lo cual, para trabajar por la paz hay que estar comprometidos con el bien común, el bien de todos y todas. No es primero mi paz para después buscar la paz de los demás. Al hablar de comunidad hablamos de un bien donde todos y todas estamos incluidos. El compromiso es con toda la comunidad.
- Esperanza La Paz de Dios nos llena de esperanza, es una paz para ahora y para el futuro, por lo que hay que trabajar en ella para avanzar. Sin embargo, como ya se mencionó, es trabajar como si todo dependiera de nosotros, con la fe de que todo depende de Dios. La invitación es a ser contemplativos en la acción, es decir, contemplar y actuar de manera distinta: trabajar por la paz con esperanza y corazón el corazón abierto para reconocer que, el conseguirla, es un don/regalo que brota del amor de Dios.